Picaduras de una sifonáptera cualquiera

contador de visitas
En
KENT

Tierra charra

17:50 / Publicado por Una pulga cualquiera /

Cinco de abril de dos mil nueve. El viaje con las amigas comienza. El viaje con el que comenzará la madurez del viajero, el principio del hecho. Llegada a Salamanca. Paseos buscando el albergue juvenil. Paso por Ávila. Salida hacia Madrid. ¿Y en medio? ¿todo y nada? No, sólo todo, más que todo. Sensaciones indescriptibles, ranas (sí sí, en plural), nueva gente, nuevas experiencias, tanto nuevo. Éster me enseñó: me apunto las palabras que no entiendo, y busco entre los insectos. César y sus fados. Daniel y sus expresiones atrevidas españolas traducidas al alemán. Ellas y la comida. Salamanca, todo completo por los atrevidos saltos que dí: las ranas desaparecieron. Ana Mpira, Jorge Drexler, galletas Gullon, la calle Azafranal, el concierto de jazz con los americanos, la entrada al Irish con los maduros, la Clerecía con César, la Casa de las Conchas, San Esteban, la piedra redonda de las visitas turísticas, la gárgola que posa para la fotografía, los cien metros desde sus torres eclesiásticas, los martes gratis, los martes por los martes, el almacén del sótano, las tres francesas medio madrileñas, el Antony rubio y veinte añero de Manchester, la colonia rota en la ducha, las cortinas que se pegan, los gritos de ellas, las borracheras de los riojanos, la textura de la piedra, el color dorado de la de Villamayor, los altavoces que cantan como pájaros, la brisa fría entre sus callejones, el salchichón ibérico de Éster en el Mercado, la atención de Daniel, el profesor, mi supuesto trabajo, la recepción, el majo que nos espera al volver, Teresa con sus toallas, el del "acento raro", el borrado completo de las trescientas fotos, los vídeos sola y acompañada, las entradas y sus tickets, las salidas, las llegadas, los pasos de cebra con luces azules para distinguirse, la puerta de los Beatles, la Casa de la Muerte, la estatua de él y de ella, la rana de la calavera, el astronauta y el león con el helado, las risas con los mayores, lo aprendido con ellos, las tapas con César, las carreras para seguir con aventuras, los mapas, la charla con el dependiente de la esquina, las camisetas de la tienda de aquéllos, y las tiendas de los otros, el desayuno en la bóveda de Éster los cuatro juntos, la empanada y los gofres bajo las dos catedrales, las vistas desde la Fonseca, el aire que se respira en esa ciudad, los ERASMUS, los charros, la belleza, la enorme belleza restaurada de sus calles y edificios, los monumentos, el huerto de Calixto y Melibea, las tantas de las madrugada en sus esquinas, el picnic frente al río viendo la Catedral y con las confesiones en el aire, el kebab al lado de las inglesas, las sonrisas de alegría a todas horas, vosotros, ellos, y los de más allá, la Rua Mayor, la Plaza Mayor, todo mayor que yo. En realidad, Salamanca no es ni la mitad de eso para mí, es mi París español, y doy gracias por haberlo conocido tan joven...Ávila...Ávila va aparte. Esta ciudad se me hace grande de lo espléndida que es, y cuando vuelva, yo no habré dejado de crecer, porque volveré a menudo. Incluso las fotos de la exposición reciente de Navia se quedan cortas. No lo dudes, pásate cuando no tengas qué hacer, o aunque tengas millones de planes, pásate, haz que sea uno de los imprescindibles en tus proyectos.

Rotonda

1 comentarios:

Comment by Miguel Nieto Peña on 16 de mayo de 2009, 0:06

Ya tienes una "foto" que te ayudará a recordar ese viaje. Yo a veces no quiero fotos, porque quedan apartadas, y lo más importante queda en el recuerdo

Publicar un comentario