Picaduras de una sifonáptera cualquiera

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KENT

København

23:25 / Publicado por Una pulga cualquiera /

Entre yogures de altura considerable, las calefacciones se abren paso en junio para seguir calentando el verde del carril bici que un día se abrió paso hacia la niebla de la explanada. Abrir la puerta de manillar que apunta al cielo, y mover la nariz para captar el verde, para coger la humedad con los ojos. Cereales que crujen entre suelos de madera, persianas que se abanican con barandillas de plástico, columpios de espanto. La preparación de los agarres está más que pensada, las bicicletas son seres vivos; las gaviotas, animales de copa alta que se confunden por los parques. En Christiania la autogestión se desborda y se sale de las aceras que dan a la Unión Europea; mientras tanto, abro la puerta y el calor se estampa en el cuerpo. Las bolsas sirven de chubasqueros comprometidos mientras los candados inundan el asfalto de los numerosos carriles santos. El olor a verde se confunde con el calor que asciende, la niebla, lo pierde, los canales se levantan, y los colores se espantan de la luz del sol a las tres de la madrugada. Mucha luz y poco calor, mucho frío y poca asiduidad. Cruzar el puente de repente, Suecia, al frente. Los molinos entre el agua y el frío contra ellos. Viento del este que atrapa los paraguas de los andantes. Gentío cuándo, todas las noches; noches cuándo, todos los días. Porque todas las noches son días si hablamos del verano. Porque los daneses expanden sonrisas entre modernas utilidades y andares. Porque las cocinas inundan las calles. Amén a los yogures, la leche, la noche, el canal, longitudinal.

Rotonda

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